Carlos Vidales

























Delirium tremens

Este que veis aquí, guiñando el ojo,
sonrisa en ristre, gesto soñoliento,
oreja arzobispal, flojo el anteojo,
ancha nariz donde se hospeda el viento,

dientes en ruinas, barbas en remojo,
cejas que van buscando el firmamento,
cabello negro, limpio, sin un piojo,
ebrio de fantasía el pensamiento,

es Don Carlos Vidales, autor fino
(entre un trago de ron y otro de vino)
de relatos burlescos y cazurros.

Por él son fuerzas cósmicas las ranas,
las culebras ardientes cortesanas
y profundos filósofos los burros.










Lo que Quevedo quiso decir, pero no pudo

Érase un hombre a una internet pegado;
érase una internet superlativa;
érase un cyber-pollo a la deriva
entre un millón de WEBos empollado.

Érase un cyber-loco enajenado
llevando el alma en su jompeich cautiva,
por un capricho de su suerte esquiva
en un mar de WEBadas naufragado.

Era un brujo febril del forwardeo,
exorcista de emailes y ventanas,
monaguillo fatal del deleteo.

Era un cyber-creyente peregrino
en el éter azul, pateando ranas
entre un trago de ron y otro de vino.













Luis Vidales