"Busco información acerca de José Cortés Madariaga, biografía, donde puedo
encontrar datos sobre su vida, etc. Supongo, venezolanos, que sabreis quien fue.
Mucho agradecería vuestra respuesta."
(Pedro, desde España).
Venezolanos, permitid que un colombiano responda esta pregunta sobre la
historia de la Gran Colombia con el corazón henchido de entusiasmo fraternal. No
toméis mi actitud como un agravio. No creáis que intento apropiarme de los
méritos inmortales de uno de los grandes héroes de la independencia
sudamericana. No me adjudiquéis intenciones torcidas, propósitos malignos,
objetivos oscuros, planes siniestros. Pensad que escribo estas líneas únicamente
como un homenaje a nuestros Próceres, Padres y Libertadores comunes. Tened
piedad de mí.
Bueno. El caso es que don Josef Cortés Madariaga fue un presbítero chileno que
nació en 1766. La expresión es correcta, porque en aquellas épocas oscurantistas
y retrógradas el hijo mayor nacía para militar y el segundo para presbítero. Don
Josef tuvo la desgracia de ser el hijo número doce. Así que don Josef nació
presbítero remachado sin derecho de apelación.
El curita era un poco entrometido, así que cuando el buenazo de Emparán se
encaramó al balcón para preguntarle al pueblo caraqueño si lo querían a él para
dirigir los destinos de la Capitanía General, don Josef Cortés Madariaga logró
ponerse detrasito de don Emparán y le hizo señas al pueblo de que dijera
"¡NO!"
El pueblo, que ya estaba prevenido por una cantidad de agitadores y
subversivos más o menos considerable, le hizo caso a las señas del presbítero y
gritó al unísono, con voz bronca, estentórea, viril y entusiasta:
"¡NO! ¡NO LE QUEREMOS!"
Poco tiempo después el buen don Josef Cortés Madariaga, que tenía una vocación
diplomática irrenunciable, se convirtió en la pieza clave de un convenio de
Alianza y Confederacion, ayuda mutua, fraternidad y solidaridad, firmado el 28
de mayo de 1811 entre Venezuela y Cundinamarca, es decir entre los venezolanos y
los colombianos. Sea como fuere, este tratado fue el primer convenio diplomático
en la historia de las repúblicas latinoamericanas y es el punto de partida de la
diplomacia en la región.
Cuando don Josef Cortés Madariaga iba en viaje de Caracas a Santa Fe de Bogotá
para concluir la firma del Tratado, hizo un alto en Mérida y allí armó una
terrible pelea con el obispo Hernández Milanés, porque este sujeto había
amenazado con excomulgar a los subversivos que tuvieran en su poder la
publicación de "Los Derechos del Hombre". El obispo, además, había llamado a los
patricios de Caracas "lobos rapaces", y nuestro buen canónigo le respondió
diciendo que no fuera troglodita, ignorante y reaccionario. La reacción del
reaccionario consistió en declarar a don Josef Cortés Madariaga "incurso en la
excomunion mayor
latae sententiae
", lo cual debe ser una expresión muy grosera, porque el obispo no tuvo el
valor de traducirla al castellano.
Don Josef Cortés Madariaga no se achicó ante este percance. Por el contrario,
respondió diciendo que el obispo, además de reaccionario, era ignorante y
atrevido. El obispo Hernandez Milanés lo hizo meter al calabozo, pero Cortés no
se quedó corto ni se dejó amilanar por Milanés. Y como lo cortés no quita lo
valiente, juntó valor y se escapó de la prisión. No sé cómo logró hacerlo,
porque el calabozo tenía unas paredes de adobe muy gruesas y un techo de paja
bastante tupido. El hecho es que una vez afuera escribió a su amigo Francisco
Berrío estas líneas triunfales:
Cortés Madariaga no indicaba en esa carta cuál era la culpa del asno en esa
turbia historia de sotanas.
De regreso a Caracas, el dulce presbítero colaboró estrechamente con mi general
Miranda. Como resultado directo de esto, al caer la Primera República los
chapetones lo capturaron y lo mandaron sumamente amarrado a las prisiones de
Ceuta, desde donde logró escaparse en una fuga espectacular que hubiera hecho
palidecer a Rambo de la vergüenza.
Muy entusiasta por la libertad y todas esas cosas subversivas, el canónigo
regresó a América y estableció relaciones de amistad y negocios con el pirata y
patriota holandés Luis Brion. En tal carácter se hizo amigo de los corsarios
franceses de las Antillas y se dedicó a repartir —a buen precio—
Patentes de Corso
entre ellos, representando a una supuesta nación que solamente existía en su
imaginación: "Los Estados Unidos de Buenos Aires y Chile".
Como agente y ministro plenipotenciario y extraordinario de esta nación
imaginaria y extraordinaria, don Josef Cortés Madariaga le dio bandera y
credenciales de corsario —a buen precio— al pomposo aventurero y pirata francés
Luis Aury (conviene pronunciar
Orí
, con acento en la i, para que los franchutes no se pongan furiosos).
Como estaba muy entusiasmado con Bolívar, don Josef Cortés Madariaga regresó a
Venezuela y se puso al servicio del Libertador. Pero al producirse el desastre
de Ocumare y otros descalabros, un grupo de caudillejos más bien ineptos, con
más ambiciones que inteligencia, organizaron una farsa de congreso en Cariaco
para quitarle la autoridad a Bolívar, con el pretexto de que no había noticias
de él. De hecho, corrían rumores de que los españoles lo habían matado y tirado
a una cuneta. Don Josef Cortés Madariaga participó en esta travesura, lo cual le
permitió seguir vendiendo patentes de corso, siempre a muy buen precio.
Pero Bolívar no solamente no estaba muerto, sino que, como la Historia y don
Vicente Lecuna han demostrado, es Inmortal. Así que cuando apareció, montado en
su blanco corcel, libertando pueblos y matando godos, don Josef Cortés Madariaga
pidió perdón y dio muestras de sincero arrepentimiento. El Libertador le dio la
absolución y así pudo nuestro canónigo continuar la venta de patentes de corso,
esta vez con una comision jugosa para la República de Venezuela.
Para este efecto se trasladó al Caribe y se instaló a veces en Kingston y a
veces en la Nueva Providencia, donde gobernaba Luis Aury aunque los franchutes
insisten en que se trataba de Orí con acento en la i.
La venta de patentes de corso iba viento en popa y funcionaba mejor que la
venta de escapularios, aunque los agentes de la república también vendían
escapularios, medallitas y estampas alegóricas. Recuérdese que por la misma
época había sujetos en la isla de Curazao y en otros puertos de las Antillas,
que vendían escapularios con la imagen de Bolívar en un lado y la de la Virgen
en el otro. Se decía que la imagen de Bolívar hacía milagros y la de la Virgen
servía para ponerse bien con la Iglesia y para que los curas entraran en el
negocio.
Fue por esta época que Simón Bolívar comenzó a decir que Cortés Madariaga "es
loco, y debe tratársele como tal".
La gente no sabía muy bien a qué se refería nuestro gran Libertador, pero
bastaron sus palabras para que el populacho comenzara a darse cuenta de que los
"Estados Unidos de Buenos Aires y Chile" no existían en ningún registro de
países, ni tenían capital, ni gobierno, ni bandera, ni himno, ni ejército
propio, ni conflictos limítrofes con nadie, ni selección nacional de fútbol, y
que su único territorio eran las islas de San Andrés y Providencia, que
pertenecían a la Nueva Granada, y después fueron de Nicaragua, y después
llegaron a poder de los malditos colombianos, pero entonces estaban en manos del
pirata y aventurero Luis Aury aunque los franchutes insisten, del modo más
chovinista, que era Orí con acento en la i.
Todo esto le trajo una cantidad de problemas a don Josef Cortés Madariaga. La
gente dejó de saludarlo, ya no lo invitaban a fiestas y comidas, lo miraban de
reojo y le ponian mala cara. Su amistad con Aury, que vivía asaltando barcos en
las aguas procelosas del Caribe y exigiendo con insolencia que lo llamaran Orí
con acento en la i, le produjo muchos dolores de cabeza, porque Bolívar era
enemigo jurado del corsario francés, desde aquellos días aciagos de Los Cayos,
cuando Orí con acento en la i se negó a apoyar la jefatura única de Bolívar en
la Expedición Libertadora.
Todo esto parece muy enredado pero puede resumirse así:
Cuando se preparaba la Expedición de los Cayos, Simón Bolívar quería que la
asamblea de jefes lo eligiera como jefe único, supremo e indiscutido. Muchos de
ellos se negaron, porque ellos también querían tener parte del mando. Uno de
ellos, don Mariano Montilla, amenazó con matar a Bolívar y lo retó a duelo. La
situación era crítica y todo el plan de la Expedición Libertadora estaba a punto
de naufragar.
Pero Bolívar tenía dos cartas de triunfo: primero, tenía el apoyo de Monsieur
Petion, presidente de Haití, quien daba la plata y los fusiles para la
expedición, y quien hizo saber por medio de su general Marion, que si no elegían
a Bolivar bien podían irse a mascar moscas y freír patatas a otra isla. Y,
segundo, Bolívar tenía el apoyo de Luis Brion, quien controlaba la flota
corsaria, que era la única fuerza militar de la revolución. Una parte de la
flota corsaria se negó a obedecer a Bolívar y se alineó bajo la bandera de Orí
con acento en la i, y entonces Bolívar, con mucha elegancia, logró que el
Presidente Petion confiscara los mejores barcos de Orí con acento en la i, quien
tuvo que irse a otra parte con el rabo entre las piernas y sin acento en la i.
Desde entonces, Bolívar no le perdonó a este corsario francés su desplante, y
le quitó el saludo a todo el que saludara a Orí con acento en la i. Por eso,
cuando don Josef Cortés Madariaga comenzó a tener negocios con el franchute, se
le acabó la fiesta con el Jefe Supremo.
Pero como el amigo de mi enemigo es mi enemigo y el que se junta con mi yunta
un punto se apunta, hete aquí que mi general Santander, vicepresidente de
Cundinamarca, marrullero y astuto, vio que ahora podía ser muy amigo de don
Josef Cortés Madariaga para molestar a Bolívar. Así comenzó una tierna amistad
entre el hereje y masón Santander y el canónigo contratista de piratas. Es
verdad que mi general Bolívar se sintió un poquito molesto con esta situación,
pero en realidad quien sufrió un espantoso ataque de rabia, que le duró toda la
vida, fue don Vicente Lecuna.
Todo habría ido a pedir de boca, y tal vez hasta tal vez se habría podido
organizar otro Congreso de Cariaco para echar a Bolívar, si no fuera porque don
Josef Cortés Madariaga ya estaba muy viejito y achacoso, y a pesar de las finas
atenciones que le dispensaba mi general Santander tuvo que irse a a la costa, a
Río de Hacha, a tratar de reponer su maltrecha salud, lo cual logró muriéndose
del todo a comienzos de 1826. Esto no debe sorprender a nadie, porque el único
inmortal en este cuento es mi general Bolívar.
El periódico oficial "La Gaceta de Colombia", controlado por mi general
Santander, daba cuenta, el 26 de marzo de 1826, del pesar que embargaba a sus
amigos por la muerte de un prócer ilustre que andaba en malas relaciones con
Bolívar:
Con esto podría concluir mi respuesta grancolombiana, pero creo que debo
ofrecer alguna información bibliográfica, es decir, títulos de obras que se
pueden consultar para conocer la vida de tan interesante patriota. (Los que no
sepan leer pueden omitir esta parte).
Hay mucho más, pero estoy un poquito cansado. Si alguien quiere más
información, con gusto la daré después de tomarme una siesta.
Ahí nos vemos.
Carlos Vidales (c)
Después de algunos años de travesuras infantiles se puso la sotana y viajó por
el mundo. Fue a dar a Caracas, y en esa encantadora metrópolis vivía cuando se
produjo el grito del 19 de abril de 1810. Como don Josef Cortés Madariaga era un
poco rebelde y subversivo, cuando le ofrecieron una canonjía en Chile la rechazó
con el pretexto de que la salud no le permitía hacer un viaje tan largo, y
consiguió en cambio otra canonjía que había quedado vacante en Caracas, o sea
muy cerca de la revolución que se preparaba febrilmente por aquellos días.
Don Josef Cortés Madariaga
Óleo de Martín Tovar y Tovar
Salón Elíptico, Palacio Federal
Caracas
"Me he visto arrestado y excomulgado por el mentecato de Milanés; pero con
presencia de ánimo he triunfado de sus acechanzas. A no aventurar el suceso,
estaría este sátrapa en viaje a esa montado en un asno; no merece otra cosa".
"El Doctor Madariaga merece los más tiernos recuerdos de los colombianos por su
ardiente patriotismo y amor a la libertad".
Bibliografía