Don Josef Cortés Madariaga,
canónigo, pirata y patriota


"Busco información acerca de José Cortés Madariaga, biografía, donde puedo encontrar datos sobre su vida, etc. Supongo, venezolanos, que sabreis quien fue. Mucho agradecería vuestra respuesta."
(Pedro, desde España).


Venezolanos, permitid que un colombiano responda esta pregunta sobre la historia de la Gran Colombia con el corazón henchido de entusiasmo fraternal. No toméis mi actitud como un agravio. No creáis que intento apropiarme de los méritos inmortales de uno de los grandes héroes de la independencia sudamericana. No me adjudiquéis intenciones torcidas, propósitos malignos, objetivos oscuros, planes siniestros. Pensad que escribo estas líneas únicamente como un homenaje a nuestros Próceres, Padres y Libertadores comunes. Tened piedad de mí.

Bueno. El caso es que don Josef Cortés Madariaga fue un presbítero chileno que nació en 1766. La expresión es correcta, porque en aquellas épocas oscurantistas y retrógradas el hijo mayor nacía para militar y el segundo para presbítero. Don Josef tuvo la desgracia de ser el hijo número doce. Así que don Josef nació presbítero remachado sin derecho de apelación.

Pbro. Dr.
Don Josef Cortés Madariaga
Óleo de Martín Tovar y Tovar
Salón Elíptico, Palacio Federal
Caracas
Después de algunos años de travesuras infantiles se puso la sotana y viajó por el mundo. Fue a dar a Caracas, y en esa encantadora metrópolis vivía cuando se produjo el grito del 19 de abril de 1810. Como don Josef Cortés Madariaga era un poco rebelde y subversivo, cuando le ofrecieron una canonjía en Chile la rechazó con el pretexto de que la salud no le permitía hacer un viaje tan largo, y consiguió en cambio otra canonjía que había quedado vacante en Caracas, o sea muy cerca de la revolución que se preparaba febrilmente por aquellos días.

El curita era un poco entrometido, así que cuando el buenazo de Emparán se encaramó al balcón para preguntarle al pueblo caraqueño si lo querían a él para dirigir los destinos de la Capitanía General, don Josef Cortés Madariaga logró ponerse detrasito de don Emparán y le hizo señas al pueblo de que dijera "¡NO!"

El pueblo, que ya estaba prevenido por una cantidad de agitadores y subversivos más o menos considerable, le hizo caso a las señas del presbítero y gritó al unísono, con voz bronca, estentórea, viril y entusiasta: "¡NO! ¡NO LE QUEREMOS!"

Poco tiempo después el buen don Josef Cortés Madariaga, que tenía una vocación diplomática irrenunciable, se convirtió en la pieza clave de un convenio de Alianza y Confederacion, ayuda mutua, fraternidad y solidaridad, firmado el 28 de mayo de 1811 entre Venezuela y Cundinamarca, es decir entre los venezolanos y los colombianos. Sea como fuere, este tratado fue el primer convenio diplomático en la historia de las repúblicas latinoamericanas y es el punto de partida de la diplomacia en la región.

Cuando don Josef Cortés Madariaga iba en viaje de Caracas a Santa Fe de Bogotá para concluir la firma del Tratado, hizo un alto en Mérida y allí armó una terrible pelea con el obispo Hernández Milanés, porque este sujeto había amenazado con excomulgar a los subversivos que tuvieran en su poder la publicación de "Los Derechos del Hombre". El obispo, además, había llamado a los patricios de Caracas "lobos rapaces", y nuestro buen canónigo le respondió diciendo que no fuera troglodita, ignorante y reaccionario. La reacción del reaccionario consistió en declarar a don Josef Cortés Madariaga "incurso en la excomunion mayor latae sententiae ", lo cual debe ser una expresión muy grosera, porque el obispo no tuvo el valor de traducirla al castellano.

Don Josef Cortés Madariaga no se achicó ante este percance. Por el contrario, respondió diciendo que el obispo, además de reaccionario, era ignorante y atrevido. El obispo Hernandez Milanés lo hizo meter al calabozo, pero Cortés no se quedó corto ni se dejó amilanar por Milanés. Y como lo cortés no quita lo valiente, juntó valor y se escapó de la prisión. No sé cómo logró hacerlo, porque el calabozo tenía unas paredes de adobe muy gruesas y un techo de paja bastante tupido. El hecho es que una vez afuera escribió a su amigo Francisco Berrío estas líneas triunfales:

Cortés Madariaga no indicaba en esa carta cuál era la culpa del asno en esa turbia historia de sotanas.

De regreso a Caracas, el dulce presbítero colaboró estrechamente con mi general Miranda. Como resultado directo de esto, al caer la Primera República los chapetones lo capturaron y lo mandaron sumamente amarrado a las prisiones de Ceuta, desde donde logró escaparse en una fuga espectacular que hubiera hecho palidecer a Rambo de la vergüenza.

Muy entusiasta por la libertad y todas esas cosas subversivas, el canónigo regresó a América y estableció relaciones de amistad y negocios con el pirata y patriota holandés Luis Brion. En tal carácter se hizo amigo de los corsarios franceses de las Antillas y se dedicó a repartir —a buen precio— Patentes de Corso entre ellos, representando a una supuesta nación que solamente existía en su imaginación: "Los Estados Unidos de Buenos Aires y Chile".

Como agente y ministro plenipotenciario y extraordinario de esta nación imaginaria y extraordinaria, don Josef Cortés Madariaga le dio bandera y credenciales de corsario —a buen precio— al pomposo aventurero y pirata francés Luis Aury (conviene pronunciar Orí , con acento en la i, para que los franchutes no se pongan furiosos).

Como estaba muy entusiasmado con Bolívar, don Josef Cortés Madariaga regresó a Venezuela y se puso al servicio del Libertador. Pero al producirse el desastre de Ocumare y otros descalabros, un grupo de caudillejos más bien ineptos, con más ambiciones que inteligencia, organizaron una farsa de congreso en Cariaco para quitarle la autoridad a Bolívar, con el pretexto de que no había noticias de él. De hecho, corrían rumores de que los españoles lo habían matado y tirado a una cuneta. Don Josef Cortés Madariaga participó en esta travesura, lo cual le permitió seguir vendiendo patentes de corso, siempre a muy buen precio.

Pero Bolívar no solamente no estaba muerto, sino que, como la Historia y don Vicente Lecuna han demostrado, es Inmortal. Así que cuando apareció, montado en su blanco corcel, libertando pueblos y matando godos, don Josef Cortés Madariaga pidió perdón y dio muestras de sincero arrepentimiento. El Libertador le dio la absolución y así pudo nuestro canónigo continuar la venta de patentes de corso, esta vez con una comision jugosa para la República de Venezuela.

Para este efecto se trasladó al Caribe y se instaló a veces en Kingston y a veces en la Nueva Providencia, donde gobernaba Luis Aury aunque los franchutes insisten en que se trataba de Orí con acento en la i.

La venta de patentes de corso iba viento en popa y funcionaba mejor que la venta de escapularios, aunque los agentes de la república también vendían escapularios, medallitas y estampas alegóricas. Recuérdese que por la misma época había sujetos en la isla de Curazao y en otros puertos de las Antillas, que vendían escapularios con la imagen de Bolívar en un lado y la de la Virgen en el otro. Se decía que la imagen de Bolívar hacía milagros y la de la Virgen servía para ponerse bien con la Iglesia y para que los curas entraran en el negocio.

Fue por esta época que Simón Bolívar comenzó a decir que Cortés Madariaga "es loco, y debe tratársele como tal".

La gente no sabía muy bien a qué se refería nuestro gran Libertador, pero bastaron sus palabras para que el populacho comenzara a darse cuenta de que los "Estados Unidos de Buenos Aires y Chile" no existían en ningún registro de países, ni tenían capital, ni gobierno, ni bandera, ni himno, ni ejército propio, ni conflictos limítrofes con nadie, ni selección nacional de fútbol, y que su único territorio eran las islas de San Andrés y Providencia, que pertenecían a la Nueva Granada, y después fueron de Nicaragua, y después llegaron a poder de los malditos colombianos, pero entonces estaban en manos del pirata y aventurero Luis Aury aunque los franchutes insisten, del modo más chovinista, que era Orí con acento en la i.

Todo esto le trajo una cantidad de problemas a don Josef Cortés Madariaga. La gente dejó de saludarlo, ya no lo invitaban a fiestas y comidas, lo miraban de reojo y le ponian mala cara. Su amistad con Aury, que vivía asaltando barcos en las aguas procelosas del Caribe y exigiendo con insolencia que lo llamaran Orí con acento en la i, le produjo muchos dolores de cabeza, porque Bolívar era enemigo jurado del corsario francés, desde aquellos días aciagos de Los Cayos, cuando Orí con acento en la i se negó a apoyar la jefatura única de Bolívar en la Expedición Libertadora.

Todo esto parece muy enredado pero puede resumirse así:

Cuando se preparaba la Expedición de los Cayos, Simón Bolívar quería que la asamblea de jefes lo eligiera como jefe único, supremo e indiscutido. Muchos de ellos se negaron, porque ellos también querían tener parte del mando. Uno de ellos, don Mariano Montilla, amenazó con matar a Bolívar y lo retó a duelo. La situación era crítica y todo el plan de la Expedición Libertadora estaba a punto de naufragar.

Pero Bolívar tenía dos cartas de triunfo: primero, tenía el apoyo de Monsieur Petion, presidente de Haití, quien daba la plata y los fusiles para la expedición, y quien hizo saber por medio de su general Marion, que si no elegían a Bolivar bien podían irse a mascar moscas y freír patatas a otra isla. Y, segundo, Bolívar tenía el apoyo de Luis Brion, quien controlaba la flota corsaria, que era la única fuerza militar de la revolución. Una parte de la flota corsaria se negó a obedecer a Bolívar y se alineó bajo la bandera de Orí con acento en la i, y entonces Bolívar, con mucha elegancia, logró que el Presidente Petion confiscara los mejores barcos de Orí con acento en la i, quien tuvo que irse a otra parte con el rabo entre las piernas y sin acento en la i.

Desde entonces, Bolívar no le perdonó a este corsario francés su desplante, y le quitó el saludo a todo el que saludara a Orí con acento en la i. Por eso, cuando don Josef Cortés Madariaga comenzó a tener negocios con el franchute, se le acabó la fiesta con el Jefe Supremo.

Pero como el amigo de mi enemigo es mi enemigo y el que se junta con mi yunta un punto se apunta, hete aquí que mi general Santander, vicepresidente de Cundinamarca, marrullero y astuto, vio que ahora podía ser muy amigo de don Josef Cortés Madariaga para molestar a Bolívar. Así comenzó una tierna amistad entre el hereje y masón Santander y el canónigo contratista de piratas. Es verdad que mi general Bolívar se sintió un poquito molesto con esta situación, pero en realidad quien sufrió un espantoso ataque de rabia, que le duró toda la vida, fue don Vicente Lecuna.

Todo habría ido a pedir de boca, y tal vez hasta tal vez se habría podido organizar otro Congreso de Cariaco para echar a Bolívar, si no fuera porque don Josef Cortés Madariaga ya estaba muy viejito y achacoso, y a pesar de las finas atenciones que le dispensaba mi general Santander tuvo que irse a a la costa, a Río de Hacha, a tratar de reponer su maltrecha salud, lo cual logró muriéndose del todo a comienzos de 1826. Esto no debe sorprender a nadie, porque el único inmortal en este cuento es mi general Bolívar.

El periódico oficial "La Gaceta de Colombia", controlado por mi general Santander, daba cuenta, el 26 de marzo de 1826, del pesar que embargaba a sus amigos por la muerte de un prócer ilustre que andaba en malas relaciones con Bolívar:

Con esto podría concluir mi respuesta grancolombiana, pero creo que debo ofrecer alguna información bibliográfica, es decir, títulos de obras que se pueden consultar para conocer la vida de tan interesante patriota. (Los que no sepan leer pueden omitir esta parte).


Bibliografía

  1. Nicolás Perazzo: "Josef Cortés Madariaga, 1766-1826", Ed. aumentada y corregida, Caracas, 1972. Publicada por el Banco Central de Venezuela, colección histórico- económica venezolana, vol. 13. Es la más completa biografía disponible. Tiene 210 páginas. Existe en numerosas bibliotecas europeas, por ejemplo en el Instituto Iberoamericano de Berlín y en el Instituto Latinoamericano de Estocolmo.

  2. Benjamin Vicuña Mackenna: "Obras Completas", tomo 7. Ed. de la Universidad de Chile. En este volumen, el brillante historiador chileno dedica un extenso ensayo a Cortés Madariaga, bajo el título "El Tribuno de Caracas".

  3. Harold Bierck: "Vida pública de don Pedro Gual". Ed. del Ministerio de Educación Nacional. Dirección de Cultura, Imprenta Nacional, Caracas, 1947. Excelente obra, con rica información sobre la actividad corsaria patriota en las Antillas.

  4. Varios autores: "120 Biografías de Próceres e Ilustres Venezolanos", Ed. Biográfica de Venezuela, Caracas, 1963.

  5. Varios Autores: "El 19 de Abril de 1810", Publicación No. 11 del Inst. Panamericano de Geografía e Historia, Comité de Orígenes de la Emancipación, Caracas, 1957.

  6. Varios Autores: "Epistolario de la Primera República" (I), vol. 35. Biblioteca de la Academia Nacional de la Historia, Caracas, 1960.

  7. Caracciolo Parra-Pérez: "Historia de la Primera República", tipografía Americana, Caracas, 1939. Obra absolutamente imprescindible para quien quiera entender la historia inicial de Venezuela y Colombia.

  8. Manuel Pérez Vila: "El Canónigo Madariaga y la Inquisición Caraqueña", Revista Nacional de Cultura, No. 119, nov.-dic. de 1965, Caracas.

  9. Manuel Pérez Vila: "La odisea de ocho próceres del 19 de abril de 1810", Boletín No. 170 de la Academia Nacional de la Historia, abril-junio de 1960, Caracas.

  10. Jaime Duarte French: "Los tres Luises del Caribe - ¿Corsarios o Libertadores?", El Áncora Editores, Bogotá, 1988. Brillante y documentada obra sobre las aventuras y conflictos de Luis Aury, Luis Brion y Luis Perú de Lacroix. El autor es un historiador riguroso, conservador y bolivariano, pero por esas paradojas de la vida defiende a Luis Aury y ataca furiosamente a Luis Brion.

  11. Agustín Codazzi: "Las Memorias", Universidad Central de Venezuela, Ediciones de la Biblioteca, Caracas, 1970. Codazzi fue corsario al servicio de Luis Aury y cuenta muchas cosas interesantes sobre las aventuras marítimas de la república en tiempos de la emancipación. El ejemplar que conservo en mi biblioteca es un obsequio de mi excelente amigo y eminente historiador venezolano Nikita Harwich Vallenilla.

  12. Edmundo A. Heredia: "Los Estados Unidos de Buenos Aires y Chile en el Caribe", Ediciones Culturales Argentinas, Secretaría de Cultura, Ministerio de Educación y Justicia, Buenos Aires, 1984. Muy bien documentado informe sobre la república ficticia que vendía patentes de corso en el Caribe a través del canónigo Cortés Madariaga.

Hay mucho más, pero estoy un poquito cansado. Si alguien quiere más información, con gusto la daré después de tomarme una siesta.

Ahí nos vemos.

Carlos Vidales (c)