Voces femeninas de Hispanoamérica

Antología, a cargo de Gloria Bautista Gutiérrez

University of Pittsburgh Press, 1996

ISBN 0-8229-3877-4

Dice la editora en el prólogo de esta antología: "La selección de escritoras... ha sido ardua, ya que hay más de setecientas, de las cuales seleccioné treinta y tres. Incluyo escritoras desde las más conocidas hasta las novísimas sobre las cuales todavía no hay estudios críticos".

Y agrega: "El criterio de selección ha sido exclusivamente literario, aunque por razones de espacio se excluyen la mayoría de las novelistas. La distribución del material va en orden cronológico y por género: poesía, cuento, ensayo, teatro y fragmentos de novelas".

Establecidas así las metas y las limitaciones de la selección, cabe constatar el buen gusto y el fino criterio con que se han elegido las autoras y sus textos. Aunque la antología ha sido diseñada para las necesidades de los estudiantes avanzados de español como lengua extranjera, el contenido es de un nivel excelente y constituye una lectura útil y placentera para lectores hispanohablantes de nivel superior.

El especialista podrá tal vez echar de menos algunos nombres o un sistema de notas y referencias que repare las ausencias de algunos nombres. Pero ya se sabe que una antología es, por su propia naturaleza, tanto una colección de preferencias como una colección de omisiones. Lo que importa en este caso es que el lector tiene ante sus ojos un conjunto de textos de la mejor calidad y que, además, los tiene reunidos en una edición cuidadosa, profesionalmente realizada.

Las secciones de poesía y cuento son, a nuestro gusto, las mejor logradas. Los versos de sor Juana Inés cautivan eternamente al lector y los de Nancy Morejón y Marjorie Agosín sorprenden por su originalidad y fuerza vital.

En resumen, una antología que estaba haciendo falta. Una excelente herramienta para la enseñanza del castellano y una grata satisfacción para el lector exigente.

Para comunicarse con la editora: Gloria Bautista

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Panamá protesta

Brittmarie Janson Pérez

Segunda edición, 1994

Instituto de Estudios Políticos Internacionales, Panamá

Este interesantísimo libro es más que un estudio de política panameña contemporánea. Porque además de relatar, con minuciosidad y exactitud, los cambios operados en la vida política de Panamá entre 1968 y 1989, la autora dedica una parte considerable de su trabajo a exponer y discutir los más importantes patrones de conducta social y política del pueblo panameño. La clave de esta preocupación está ante los ojos del lector ya en las primeras líneas de la introducción: "A mí me tocó obtener el título de Doctora en Antropología en el trayecto de tratar de contestar algunas preguntas sobre la política de mi patria".

Todo el segundo capítulo de la obra está dedicado a lo que la autora denomina "herencias del pasado" y en él se examinan códigos culturales y factores históricos determinantes de la identidad nacional, o de su búsqueda. Temas como el personalismo y el funcionamiento de las redes sociales, los patrones culturales generaldos por la dependencia económica, las manifestaciones del pragmatismo y del oportunismo, el hedonismo, la violencia y el pacifismo y las relaciones del ciudadano con las ideologías, son expuestos con claridad y constituyen la base conceptual del análisis que la autora ofrece sobre los acontecimientos políticos de su país.

El trabajo documental es admirable. Brittmarie Janson ha recurrido a un número impresionante, por su cantidad y calidad, de fuentes escritas, y además a un acopio abrumador de entrevistas grabadas a diferentes personajes, estudiosos y organizaciones dedicadas a la investigación de la política y la sociedad de Panamá.

En resumen: una obra escrita con seriedad y profundidad, didáctica, útil y necesaria para todo aquel que quiera aumentar sus conocimientos sobre la realidad del Istmo.

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Poetas Chilenos en Escandinavia

Alfonso Freire, Juan Cameron, Sergio Infante, Jesús Ortega

Compilador: Alfonso Freire

Dolmen Ediciones, Santiago de Chile

ISBN 956-201-348-0

El poeta chileno Alfonso Freire, radicado en Noruega, ha realizado esta cuidadosa colección de poemas suyos y de otros tres compatriotas. Los cuatro nombres están bien elegidos, porque ellos son, en nuestra opinión, los cuatro creadores más representativos de la poesía chilena en Escandinavia.

Se trata de cuatro estilos algo diferentes, cuatro personalidades poéticas que razonan y discurren sus propias invenciones con indiscutible originalidad, pero que sin embargo comparten el gusto nerudiano por los pájaros, los árboles rudos de las tierras frías, las piedras grises, las nieblas y las costas golpeadas por océanos fríos y vientos incansables.

La fuerza telúrica de la poesía chilena es conocida y los cuatro poetas que aquí comentamos no han ejercitado su musa por fuera de esa tradición. Pero ellos comparten también un exilio maduro, un exilio largamente sufrido, que les ha otorgado una mesura y una profundidad notables. Sus metáforas son cuidadosamente trabajadas hasta la sencillez más extrema, que adopta con frecuencia la forma narrativa: "los suecos son gentiles en días de semana", o "todos los ojos brillan hacia el obturador" (Juan Cameron); "un terremoto blanco sacude mi ventana", o "un extranjero / fue encontrado muerto / colgando de un violento signo / de interrogación" (Alfonso Freire); "Ningún silencio conversa este silencio", o "Las mismas noticias: viejos periódicos ocultan el cadáver del mundo" (Sergio Infante); "Me han derribado el ángel de la guarda", o bien "hoy he sentado un demonio rumiante / en mis rodillas" (Jesús Ortega).

La antología está bien lograda pese a que, como es natural en estos casos, queda en el lector un deseo ansioso de saber más y conocer más de cada uno de estos poetas. Es evidente que cada uno de ellos ha hecho su propia selección, según su propio juicio subjetivo. Como ya se sabe de antigua data, lo que el autor opina de su propia obra no coincide casi nunca con lo que los lectores opinan. En la antología que aquí comentamos nos habría gustado ver dos o tres piezas de Juan Cameron y otras tantas de Sergio Infante que ya conocíamos previamente. Alfonso Freire y Jesús Ortega son nuevos para nosotros y nos queda la sospecha de que en sus alforjas hay, además de lo que ofrecen, otros poemas de alta calidad.

Reproducimos aquí algunos ejemplos de lo que puede leerse en esta recopilación:

Malmö, 6 P.M.
(Juan Cameron)

El sol de la primavera se extiende al atardecer
Un patio canta tras el pájaro
canta parecido a un zorzal
Los autos por la avenida pasan y se alejan
como los días y las estaciones
Algunas voces a lo lejos semejan el crujir de los ascensores
Dos o tres ruidos a la vez
lentos sobre la luz en el balcón de enfrente.


Osleando
(Alfonso Freire)

La nieve nos pone una venda en el pelo
y damos la impresión
de venir saliendo o llegando
de una guerra fría.


Emblemática
(Sergio Infante)

¡Mira!
La muerte se desnuda
en tu ventana.
Y eso de la osamenta y la guadaña
apenas era un chiste,
un chisme del más acá,
el último susurro
de un mal fabulador.


Diálogo
(Jesús Ortega)

Dijo el diablo a Dios:
"Muéstrame un cristiano puro"
Y dijo Dios:
"Trae un comunista verdadero"
Y se quedaron mirando de reojo largo rato,
Y luego dijo el Creador:
"¡Ea! juguemos a otra cosa"


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El Chile perplejo
Del avanzar sin transar al transar sin parar

Alfredo Jocelyn-Holt Letelier

Planeta/Ariel, Santiago de Chile

ISBN 956-247-218-3

Esta interesante obra constituye un intento de indagación sobre la evolución política de Chile a lo largo de este siglo, desde una perspectiva liberal. El autor ya se ha hecho conocer de sus compatriotas, con atrevidos ensayos sobre la historia de la independencia y la formación del carácter nacional de su país, en los que, además de proponer vías de análisis novedosas e inesperadas, ha desarrollado un estilo alegremente provocador, lleno de alusiones extraídas de la cultura popular, y frases tomadas de un amplísimo repertorio de canciones que incluye boleros, tangos, letras de rock, poemas célebres y muchos otros géneros y estilos. Estos recursos estilísticos abundan en el libro que ahora comentamos, tanto en el texto mismo como en los títulos y subtítulos.

Así por ejemplo, el subtítulo "Acércate más", alude a un conocido bolero, del mismo modo que "Nosotros", "Todo acabó", "Reloj que marcas las horas" y "Noche de ronda", para no citar más que algunos casos. Un poema de Gabriela Mistral inspira con su título ("Todas íbamos a ser reinas") una sección del texto destinada al análisis de las esperanzas e ilusiones que caracterizaron las décadas de 1920 y 1930, lo que, dicho sea de paso, genera una distracción en la lectura, pues uno no puede evitar la sospecha de que, en realidad, más o menos la mitad de los chilenos (ellas) iban a ser "reinas", en tanto que el resto (ellos) tal vez soñaban con ser "reyes", salvo algunas excepciones que no es del caso mencionar aquí.

Tales alusiones retóricas, como se ve, no son siempre afortunadas y en ocasiones producen en el lector una sensación de cansancio. No resulta siempre divertido ver que un análisis sociológico o una hipótesis de interpretación histórica se interrumpe para que el autor del libro pueda cantarnos un bolero, un rock o un tango, especialmente porque es un hecho sicológico conocido que todos cantamos inconscientemente mientras leemos. El autor nos obliga a interrumpir nuestro propio canto inconsciente para leer (escuchar con los ojos, si se puede decir) el suyo, que no siempre coincide con el nuestro.

A pesar de todo esto, los recursos formales del libro son -en general- sorprendentes y divertidos, aunque el autor haría bien en dosificarlos con mayor parquedad.

Ahora bien, quien piense que estos desplantes estilísticos expresan superficialidad o frivolidad en el análisis, se equivoca. Jocelyn-Holt demuestra que puede discutir en profundidad temas polémicos como el destino histórico de la Unidad Popular, la personalidad de Salvador Allende o el papel de las llamadas clases medias en las grandes convulsiones políticas y sociales acaecidas en el Chile del siglo XX. Particularmente aguda es su observación sobre el proceso de desdoblamiento político que condujo a la Unidad Popular a impedir o estorbar desde la calle el funcionamiento de la Unidad Popular en el gobierno. Dice Jocelyn-Holt que la Unidad Popular produjo las condiciones de su propia ingobernabilidad, afirmación que, vista en la perspectiva de casi treinta años, aporta sin duda un elemento importante de análisis para el estudio de la más grande derrota sufrida por el movimiento obrero chileno en toda su historia.

Igualmente esclarecedor es el argumento de Jocelyn-Holt en el sentido de que no se debe analizar el triunfo electoral de la coalición de izquierda en 1970, y el ascenso de Allende al poder, desde el mero ángulo de la "Guerra Fría", del "avance del comunismo" o del auge de los movimientos socialistas y antiimperialistas de la década precedente. El autor insiste en que la Unidad Popular tiene una larga historia, entroncada en todo el largo proceso de las luchas sociales de Chile, porque ella "tiene raíces en el Frente Popular, en los gobiernos radicales y, antes, en la República Socialista, en el gobierno de Carlos Dávila, en las candidaturas presidenciales de Luis Emilio Recabarren, José Santos Salas, Elías Laferte, Manuel Hidalgo, Marmaduke Grove, Bernardo Ibáñez y por cierto, tiene como antecedente las tres candidaturas anteriores del mismo Allende (el '52, el '58 y el '64). De consiguiente, la historia que culmina el 11 de septiembre de 1973 se remonta a los movimientos mutualistas y sindicales de fines y principio de siglo, a Malaquías Concha, al Partido Democrático, a ciertas corrientes ácratas, al liberalismo democrático, a toda la tradición radical nortina e, incluso, uno la puede extender a Santiago Arcos y Francisco Bilbao, a la Sociedad de la Igualdad..."

En otras palabras, la Unidad Popular no era el fruto de un modelo político copiado a instancias de fuerzas exteriores, ni el plan diabólico de una conspiración extranjera para sojuzgar a Chile. Era el resultado de siglo y medio de luchas del movimiento popular, y en esa autenticidad nacional se resumían su inmenso poder y sus grandes debilidades. Que a esta conclusión se llegue a partir de un análisis liberal de la historia contemporánea, tiene indudablemente sus méritos, porque las interpretaciones puestas en boga por la mediocridad neoliberal imperante solamente quieren ver en la Unidad Popular el instrumento de fuerzas extrañas al acontecer nacional, importadas por aventureros irresponsables y representadas por un caudillo frívolo, vanidoso e incapaz.

Otros aciertos del libro, según me parece, son las observaciones de Jocelyn-Holt sobre la trama de compromisos y recíprocos estorbos tejida por el proceso de la "concertación" que caracteriza los dos últimos decenios del siglo. Esta retirada vitalicia del viejo dictador, que ha implicado un "empate" no declarado entre los unos y los otros, una paz sin ajuste de cuentas, una cierta decepción de las nuevas generaciones ante las limitadas posibilidades morales de una política de acomodos, todo esto está abordado y analizado de una manera original, aguda, personalísima, lo cual es indudablemente una proeza en un país donde las corrientes en boga obligan a ser "del montón", a repetir fórmulas ya hechas y a no indagar ni un milímetro por debajo de la superficialidad impuesta por las versiones oficiales y las conveniencias de Estado.

En resumen, un libro que debe leerse porque aporta nuevos interrogantes, hipótesis e inquietudes sobre los dramas recientes de la historia chilena. En el plan de ser malvados, diríamos que esperamos con impaciencia la versión "sin cancionero". Estamos seguros de que la obra ganaría muchísimo con la supresión de una buena cantidad de tonadas, tangos, canciones de toda laya y otras interrupciones que, tal vez, pudieran reunirse en un disco compacto como un obsequio a los compradores del libro. Sin embargo, como no somos malvados, decimos simplemente que "El Chile perplejo" vale la pena y el esfuerzo de la lectura, y que constituye un aporte de valor al género del ensayo histórico-político, uno de los más difíciles de la lengua castellana, y uno de los que con mayor urgencia reclama limpieza y renovación en sus establos de Augías.


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Diario
(de 1899 a 1932)
Y la increíble historia de
unas memorias codiciadas

Edición a cargo de Raúl Salazar Pazos

Diario de Vargas Vila José María Vargas Vila

Áltera, Barcelona, 2000.

ISBN 84-89779-16-3

218 páginas.

El gran escritor colombiano José María Vargas Vila (1860-1933), panfletario, libertario, rebelde, solitario, iconoclasta, maestro de la diatriba y profeta de la libertad creadora, vivió debatiéndose contra la incomprensión y el aislamiento, acosado por enemigos infames que aún hoy, casi setenta años después de su muerte, continúan levantando calumnias y mezquindades rencorosas contra su carácter y su obra.

Nació en Bogotá, en una familia de ideas radicales, el 23 de julio de 1860 y murió en Barcelona el 23 de mayo de 1933. Dejó su patria en 1886, desterrado, y nunca más regresó a su suelo. Viajó por los Estados Unidos, Italia, España, Francia y muchos otros países. Desde los primeros días de su destierro llevó un cuaderno diario de notas, en el cual escribió sus impresiones intelectuales más íntimas hasta pocos meses antes de su muerte.

Este cuaderno se convirtió pues, con el tiempo, en un voluminoso archivo de papeles que, según planeaba su autor, debían ser publicados después de su muerte por su hijo adoptivo y heredero universal.

Las circunstancias que rodearon a Vargas Vila durante los últimos años de su existencia determinaron que la casi totalidad de los papeles que constituían su diario personal fueran a parar a Cuba. El heredero universal de Vargas Vila, Ramón Palacio Viso, no había cumplido la disposición última de su protector (publicar el Diario), y en cambio había dejado todos esos papeles a su hija, Georgina Palacio.

Ahora bien, en 1961 Georgina Palacio vendió esos papeles a Raúl Salazar Pazos, quien desde entonces debió enfrentar una serie innumerable de dificultades en el empeño de dar el Diario de Vargas Vila a la luz pública.

Una curiosa, casi increíble aventura, se desarrolló entonces en torno a esos manuscritos. Raúl Salazar Pazos fue invitado a venderlos al gobierno de Cuba. Su negativa condujo a presiones y represalias que él mismo relata en la introducción del Diario que ahora, finalmente, ha conseguido publicar. Su situación se agravó hasta el punto de que debió negociar un acuerdo con sus impacientes compradores, quienes finalmente le permitieron salir de Cuba, como exiliado "legal", a cambio de la entrega de los manuscritos.

Ellos se iban a encargar de la publicación. Ahora constatamos que la publicación del Diario de Vargas Vila no se ha realizado gracias a ellos, sino gracias a las fotocopias clandestinas que Raúl Salazar Pazos logró sacar de su país.

Hemos relatado, al menos fragmentariamente, esta aventura, porque ella es de importancia en el contexto de nuestra reseña. De lo que se trataba, en esencia, era de censurar, de condenar al olvido eterno esos papeles, en un archivo oscuro de la policía literaria, ese cinturón de castidad político encargado de proteger la inocencia de las masas.

Alguna vez Vargas Vila fue interpelado por una señora que se quejó de las dificultades que tenía para leerlo: "Usted escribe con términos complicados, sus conceptos son complicados; para entender lo que usted escribe hay que saber mucho".

Vargas Vila le respondió: "No, señora, para entender lo que yo escribo hay que ser libre. Nada más".

La lectura del Diario que ahora se publica confirma esta sentencia. En él, en cada anotación de Vargas Vila encontramos la tremenda soledad del hombre que entendió la libertad como un acto de soberanía individual. Esto es lo que hace a Vargas Vila hermano de Dostoievski, de Mayakovski, de Kafka, de Quevedo, de todos aquellos que son más o menos sospechosos a los ojos de la censura, más o menos merecedores de persecución, de proceso, de silencio, de prohibición, según el reglamento de policía intelectual. Nada hay más incompatible con el Poder Establecido que la soberanía individual del ser humano libre.

Nos ha conmovido, en la febril lectura que hemos hecho del Diario, la desoladora obsesión que Vargas Vila sufrió durante sus últimos años por el envejecimiento y la muerte, una obsesión que lo fue anulando para la obra de la creación intelectual. Quien escribe es un Vargas Vila sincero que no oculta sus debilidades y sus temores, que lamenta el proceso inevitable de su decadencia física y mental, pero que aún en el pozo más profundo del pesimismo se enorgullece de no haber claudicado nunca, de no haberse rendido nunca ante sus perseguidores y calumniadores, de no haber vacilado en sus principios.

El Diario, de más está decirlo, no se ha publicado íntegramente. Raúl Salazar Pazos ha escogido los pasajes que le han parecido más pertinentes. Esto ha dado alas a nuestra curiosidad. Queremos ver más. Queremos saber hasta qué punto lo que no se publicó era "menos pertinente". Entretanto, lo que hemos visto es un conmovedor, apasionante testimonio humano que, sin duda, será una formidable ayuda para todos los que quieran comprender mejor la obra de Vargas Vila y el drama íntimo que, como un fuego implacable de volcanes subterráneos, hizo arder en la soledad y el silencio la vida de este hombre extraordinario.

De las páginas de su Diario extraemos esta cita entrecortada, una de las muchas que él escribe para luego renegar de ella en busca de otra mejor:

Y una de las última anotaciones de su vida, escrita ya casi en vísperas de la muerte:


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