Memorias de un burro

Especial: La historia de los Godos
(Donde se narra quiénes eran los señores Godos, de dónde salieron y cómo llegaron a la Península Ibérica, donde mandaron a su gusto hasta el día en que llegaron los señores moros y los pusieron a parir burros verdes...)


Bueno, vuestras mercedes han tenido a bien preguntar qué significa y de dónde procede el término "godo", y yo me he dedicado entonces durante varios meses a revolver mis archivos y refrescarme la memoria, ya que don Carlos Vidales está demasiado ocupado escribiendo palabras cochinas en Internet.

Comenzaré por explicar, de modo sencillo, cuáles son los diversos significados de la palabra "godo", según los vejetes sabihondos que se encargan de vigilar la pureza de la lengua.

Un diccionario barato dirá a vuestras mercedes que "godo" puede ser un adjetivo, usado antiguamente para significar "rico y poderoso"; que también puede servir para nombrar a un "individuo de un pueblo germánico que se estableció en Italia y España"; que en el continente americano, en la época de la independencia, lo usaron los criollos para referirse a los españoles; y, finalmente, que en las islas Canarias significa familiarmente "español peninsular".

Ahora bien. Si vuestras mercedes se toman el trabajo de echar una miradita al diccionario de la Real Academia Española de la Lengua, verán la palabra godo procede del latín "Gothus" (que ha dado lugar al término y concepto de "gótico") y que hay cinco acepciones de dicha palabra, en el siguiente orden:

Agregan los sabios ancianos y más o menos decrépitos de la Real Academia que la frase "hacerse de los godos" significa "blasonar de noble", y que la expresión "ser godo" se usa en el sentido de "ser de nobleza antigua".

Todo eso está muy claro, lo entiende hasta un humano, pero es muy aburrido. Los idiomas acompañan a los pueblos a lo largo de su historia y las palabras nacen, cambian de forma y de significado, y a veces también mueren en las batallas, las migraciones, las mezclas de pueblos, las masacres, las conquistas y las tragedias multitudinarias y horrorosas que vuestras mercedes han tenido a bien llamar "la marcha de la civilización".

De manera que me voy a permitir contar a vuestras mercedes la historia de los señores godos y sus honorables caballos góticos, señoras y señoritas godas, además de los encantadores goditos que ellos engendraban con entusiasmo gótico, entre guerra y guerra, por allá por los tiempos en que yo vivía en sus campamentos y les ayudaba en la tarea civilizadora de cargar sus lanzas, espadas y armaduras.

Oigan bien y no interrumpan.

Los godos eran un pueblo de Germania oriental que llegó a jugar un papel muy importante en las grandes migraciones de pueblos. La frase es un poquito redundante, pero hay que escribirla así, porque en esta época moderna ni siquiera los nazis más fanáticos se acuerdan que esas famosas migraciones fueron gigantescos movimientos de los pueblos germánicos, que llegaron a invadir y dominar los Balcanes, Italia, el sur de Francia y casi toda España. Estas migraciones ocurrieron entre los años 375 y 568 de nuestra Era, y fueron decisivas para la caída del Imperio Romano y la cristianización de Occidente. Porque han de saber vuestras góticas mercedes que los señores godos se cristianizaron ya en los primeros siglos, antes incluso que los señores romanos.

Según el propio historiador de los godos, Jordanes, quien vivió en el siglo VI de nuestra Era, los godos eran originarios de la mítica isla de Skandza (afirmación que ha dado lugar al error, muy común, de considerar a los godos descendientes de los gotar escandinavos). Desde aquellas épocas remotas, según me consta, los suecos hacen todo lo posible por hacerse los godos, con resultados más bien lamentables. Hacia el siglo II, los godos vivían en el territorio de Wisla (Germania oriental), según el testimonio del romano Tácito.

Eran un pueblo semi-nómade, que se asentaba en ciertas regiones solamente por temporadas. Moviéndose en migración guerrera hacia el suroriente, en dirección al Mar Negro, llevaron a cabo una serie de invasiones que implicaron grandes cambios en la sociedad del sudeste Europeo. De aquella época data un dolorcito que tengo en la rodilla posterior izquierda, ya que me tocó un godo bastante prepotente que me pegaba con su espada, siempre en el mismo punto anatómico, para obligarme a andar más rápido.

Los godos revolucionaron el arte de la guerra, creando la caballería acorazada, utilizando las torres rodantes e introduciendo en Europa los andamios móviles para tomar las fortalezas por asalto. Durante el siglo III cruzaron el Danubio y atacaron las provincias balcánicas del Imperio Romano. En el año 267 el emperador Aureliano logró detener su avance, pero se vio obligado a cederles la Dacia. En ese reparto me tocó a mí una burra romana bastante bonita pero muy presumida, de manera que se la vendí a un caballo de Bizancio que la hizo feliz, porque era tan corroncho que le decía "mi reina" a cada paso. A los señores godos les tocó mejor suerte, porque los emperadores romanos les cedieron puestos fronterizos y tierras de asentamiento en territorios del Imperio.

Fue por aquellos años que los godos iniciaron su vida sedentaria, convirtiéndose en firmes aliados de los romanos y, más tarde, en "cristianos arrianos". A los señores ignorantes cachacos y neogranadinos habrá que explicarles, con todo respeto, que los arrianos no eran arrieros de marranos, sino cristianos heterodoxos que negaban la divinidad del Verbo y la consustancialidad de las tres personas de la Santísima Trinidad, o sea que, obnubilados y enceguecidos por el fanatismo matemático, decían que la Santísima Trinidad eran tres personas y no una. Su obispo, Wulfila, tradujo la Biblia al gótico, que es el más antiguo idioma germánico. De este modo, mientras en el resto del Imperio Romano la Biblia quedó durante siglos reservada al latín para que no la entendiera nadie, entre los godos fue un libro de lectura popular en su lengua vernácula desde muy tempranas épocas. En otras palabras, los tales godos eran tan herejes que no solamente afirmaban que tres es igual a tres, sino que además publicaban la verdad de Dios en una lengua que todos entendían.

La irrupción de los hunos, hacia el año 375, obligó a los godos a regresar a la vida nómada. En efecto, los señores hunos venían comandados por unos jefes muy feroces montados en unos caballos muy terroríficos y seguidos por unos burros verdaderamente espantosos. Por donde pasaban no volvía a crecer el pasto, con las desastrosas consecuencias ecológicas que son de imaginar. De esa horrible época data la expresión "viene la plaga", que hoy se usa para referirse a los paramilitares colombianos, aunque hay que decir que si un paramilitar se hubiera encontrado con un huno, no habría alcanzado a decir ni "pío". Por esta razón fue que los señores godos decidieron retirarse valientemente para evitar disgustos, dividiéndose en dos grandes olas migratorias, como explicaré a continuación.

Los "ostrogodos" (godos de Oriente) se movieron a lo largo del Danubio hacia territorios que hoy pertenecen a Rumania, Bulgaria y Turquía. Más tarde se expandieron por el norte de Italia, estableciendo un reino muy poderoso en torno al mar Adriático, con capital en Rávena, que alcanzó su mayor esplendor bajo el reinado de Teodorico el Grande (muerto en el 526), también conocido como Teodorico de Verona.

Los "visigodos" (godos de Occidente) después de algunas discusiones y consultas con el Papa de Roma, decidieron acompañarme en busca de climas más cálidos. Ocupamos primero la península balcánica y luego invadimos Italia. En el año 410 tomamos Roma con un inmenso ejército comandado por Alarico. Ahí tuve yo el gusto de echarme una meada histórica en los muros del Coliseo, para expresar mi repudio contra ese circo infame donde se sacrificaron tantos animalitos inocentes y tantos seres humanos que habían cometido el delito de no tener padrinos ni cartas de recomendación. En el curso de ese siglo establecimos un gran reino que abarcaba el suroeste francés y el noreste español.

Los primeros pueblos germánicos habían llegado a España ya en el año 409, influyendo poderosamente en la formación de los pueblos y culturas del centro y sur de la península, así como en los idiomas que más tarde aportarían elementos para la formación de la lengua castellana.

Tres fueron las tribus germánicas que invadieron heroicamente la península ibérica para ponerse a salvo de los hunos: los suevos, los alanos y los vándalos.

Los suevos eran el grupo más importante. Como eran fuertes, arrogantes y más o menos buscapleitos, ocuparon la zona noroeste de la península y establecieron un reino independiente. Se mezclaron con gran entusiasmo con los grupos lusitanos y celtas que existían allí desde tiempos remotos, y de esta manera fueron surgiendo las características propias de los pueblos españoles del norte.

Los vándalos ocuparon las zonas meridionales, o sea el sur.

Y los alanos, el grupo más numeroso, el territorio central y el litoral sureste de la Península. En otras palabras, los alanos se hicieron cargo de lo que hoy se llama Castilla-La Mancha y el Levante español.

Sin embargo, en el año 414 llegamos, los visigodos y yo, pateando fuerte y tumbando todo lo que se nos ponía por delante. Veníamos muy entusiasmados con nuestras conquistas en Italia y en Francia. Aunque yo no me ocupaba mucho de asuntos teológicos, puedo informar a vuestras mercedes que por aquella época seguíamos siendo arrianos. Creíamos que el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo eran tres personas diferentes, y creíamos que a la Biblia había que leerla en el idioma del pueblo. Pero ya habíamos comenzado a hacer pactos políticos y militares con el obispo de Roma, que ya comenzaba a autodenominarse "Papa".

Estos pactos eran interesantes, porque el tal "Papa" reconocía todas nuestras conquistas territoriales y daba legitimidad a nuestros reyes, a cambio de que nosotros obligáramos a todo el mundo, por las buenas o las malas, a reconocer a Su Santidad como la cabeza suprema y única de la cristiandad. Así, poco a poco, íbamos extendiendo por toda la Europa occidental la idea de que la religión cristiana tenía un Jefe Supremo, un emperador espiritual y político, que era el obispo de Roma. Este pacto en realidad se fue forjando poco a poco y duró bastante tiempo en tomar su forma definitiva, pero yo lo resumo en pocas palabras para que vuestras mercedes entiendan, porque de otra manera se van a quedar en Babia, como es su costumbre. Dicho sea con respeto.

El caso es que con ayuda de la espada, el garrote, los cascos de los burros y de los caballos y unos cuantos argumentos teológicos, logramos apoderarnos del centro de la península. En el año 416 derrotamos a los alanos y les dimos tal paliza que los pobres todavía no se atreven a levantar cabeza.

Un poco más tarde, en el 429, los visigodos y yo derrotamos a los vándalos, obligándolos a pasar al África, donde se quedaron muy asustados y con los rabos entre las piernas.

En el 506 Alarico, hijo y sucesor de Eurico, promulgó para los hispanorromanos la llamada Ley romana de los visigodos, que era una compilación de preceptos tomados del Derecho romano.

Entre los años 554-567 floreció el reinado de Atanagildo, rey de los visigodos, y de ese período no tengo mucho que contar, aparte de unas cuantas orgías que tuve con unas burras de Chipre que llegaron a trabajar en unas obras de acueductos y palacios magníficos, a cambio de unos sueldos miserables, como es habitual.

Entre el 568 y el 586 resplandeció el reinado de Leovigildo, el verdadero creador de la grandeza visigoda. Hombre de grandes cualidades militares, fue capaz de vencer a los suevos, cuyos territorios incorporó al reino visigodo. Su gran preocupación por la unificación de los visigodos y los hispanorromanos le llevó a imponer a estos últimos el arrianismo de los visigodos. Era, por supuesto, un arrianismo cada vez más débil, porque los contactos y pactos secretos con el Papa de Roma eran cada día más firmes. El catolicismo se extendía más y más, y la nobleza visigoda se dividía cada vez con más evidencia en dos bandos: los arrianos irreductibles (remotos antecesores de los liberales) y los católicos beatos (abuelos originarios de los conservadores, también llamados "godos" en algún país de cuyo nombre no quiero acordarme).

En el año 579 Hermengildo, hijo de Leovigildo, abrazó la religión católica después de casarse con una princesa católica. De esta manera resultó que un godo quedó convertido en el líder de la población hispanorromana.

Permítanme vuestras mercedes indicar que en ese mismo año de gracia de 579 había nacido Mahoma, uno de los hombres más extraordinarios que ha producido la humanidad, un ardiente reformador y revolucionario que, al fundar el gigantesco movimiento humano del Islam, habría de cambiar para siempre la historia de los pueblos hispánicos.

Sin embargo, como los señores godos eran un poquito ignorantes sobre temas relativos al cercano Oriente, continuaron dominando España al estilo godo, sin preocuparse por el hecho alarmante de que el niñito Mahoma iba creciendo y se convertía en un muchachito, y después en un muchachón, y luego en un joven, y después en un señor barbudo con un tremendo turbante en la cabeza y un millón de ideas tremendas adentro de la cabeza.

Entre 586 y 601 reinó Recaredo, un tipo peludo y corpulento que en 589 se convirtió al Catolicismo ante los obispos hispanorromanos reunidos en Toledo. Fue entonces cuando vino a tomar su forma definitiva el pacto de los godos hispánicos con los curas de Roma, pacto que ha durado tantos siglos y que ha dado a España la máxima autoridad en todo lo que tiene que ver con la defensa del catolicismo a sangre y fuego.

Durante la primera década del siglo VII los nobles arrianos se rebelaron contra la doctrina católica, pero ya no contaban con el apoyo real. En efecto, el rey Sisebuto decretó la primera ley religiosa contra el arrianismo (año 612), y así quedó sellada para siempre la alianza entre los godos y el Sumo Pontífice.

Del reinado de Recesvinto (649-672) nada tengo que decir, sino nada menos que en 654 este rey promulgó el Liber judiciorum. Este código de leyes tiene una importancia histórica y puede decirse que con él nace la nación española: en efecto, es el primer código en el que se incorpora un concepto territorial a las leyes, al regir por igual a todas las personas y pueblos residentes en el reino. A partir de ese momento, tanto los godos como los hispanorrmanos, los judíos y otros habitantes de España quedaban sujetos a la misma ley. Fue éste un paso decisivo hacia la unidad nacional, aunque hay que decir que mis compatriotas, los señores vascos, seguían negándose a aceptar la sujeción a reyes extraños. Lo cual a mí me ha parecido siempre muy admirable.

Durante todo el siglo VII la situación siguió bastante gótica. La población hispanorromana adoptó costumbres godas, en tanto que los godos se fueron civilizando, juntando riquezas y poder, construyendo edificios góticos y desarrollando una mezcolanza de latín con gótico que poco a poco iba tomando forma como "latín vulgar", es decir, una forma embrionaria del idioma español. Muchas palabras germánicas se españolizaron (Roderico se volvió Rodrigo, Karl se transformó en Carlos, werra se convirtió en guerra y así por el estilo), al mismo tiempo que las técnicas y artes relacionadas con la guerra fueron perdiendo su personalidad latina y fortaleciendo sus características germánicas.

Mientras tanto, en el Oriente, el Islam había crecido y los fieles de Mahoma se habían lanzado a la Guerra Santa. En el 711 llegó la oleada invasora de los Moros, procedentes del Norte de África; el último rey visigodo, don Roderico (Rodrigo), fue derrotado por las cimitarras del Islam; los nobles, partidarios de los hijos de Witiza, rival de Roderico, traicionaron a su propio pueblo, y la catástrofe se hizo realidad en la batalla de Guadalete.

Los señores moros eran violentos, excelentes guerreros y gobernantes muy autoritarios. Pero también amaban la vida y sus placeres, y en lugar de jugar a ensartarse con las lanzas, o a machetearse con las espadas, como hacían los señores godos, se reunían a jugar ajedrez, a resolver problemas de álgebra, o simplemente a refocilarse con sus odaliscas (que estaban muy buenas, no hay para qué negarlo), escuchar música o discutir sobre filosofía y teología con judíos y cristianos. Inventaron el helado, trajeron de tierras remotas la destilación, la astronomía, los principios de la medicina experimental, la psiquiatría y la farmacología, entre otras cositas muy interesantes.

Pero esa es otra historia que les voy a contar otro día, para que a vuestras mercedes les entre un poco de juicio en sus cabezas godas y comprendan que los moros también son gente muy inteligente y digna de admiración.

En el año terrible de 718 los señores moros se dirigieron a Francia cruzando los Prineos, pero también ese mismo año el príncipe godo Don Pelayo inició el proceso brutal y heroico de la Reconquista, dirigiendo a sus barbudos compañeros en la histórica batalla de Covadonga.

Y en el 732, en las anchas praderas que se extienden entre Tours y Poitier, en tierra francesa, el godo franco Carlos Martel despedazó a los señores moros. Desde entonces terminó la ofensiva del Islam en Europa y los moros se quedaron más o menos tranquilos en el centro-sur de la península ibérica.

Con esto queda más o menos presentada la ilustre godarria ibérica. Válgame decir, porque me consta y puedo jurarlo por la memoria del santo Rebuznel, que los tres más grandes héroes de España eran de la estirpe de los visigodos: el feroz Don Pelayo, que encabezó la guerra de resistencia cuando los señores moros invadieron las tierras ibéricas a comienzos del siglo octavo; el terrible y encantador don Roderico (Rodrigo) Díaz de Vivar, más conocido como El Cid Campeador; y el horripilante loco don Quijote de la Mancha, enemigo número uno de los molinos de viento, los monstruos imaginarios y los leones famélicos.

A los tres los conocí yo personalmente y puedo afirmar a vuestras mercedes que los tres eran atrevidos, osados, valientes, insensatos, barbudos, furibundos, capaces de hazañas incomparables y de barbaridades a lo bestia, pero eso sí, muy amigos de los caballos y de los burros, muy caballeros y muy honrados, galantes con las damas, cumplidores con las putas de taberna, devotos de la Santa Madre Iglesia, servidores del Papa y de sus acólitos, hábiles con la espada y con el mazo de reventar cabezas, generosos con sus escuderos, amantes de la gloria y enemigos jurados del agua y del jabón.

Los españoles son, pues, godos en gran medida, y es por esta razón fundamental que los latinoamericanos, tan inteligentes y perspicaces, llaman "godos" a los españoles.

Y con esta queda respondida, más o menos, la pregunta más o menos ignorante que vuestras mercedes han tenido la amabilidad de hacerme. Agregaré, en un archivo separado, notas aclaratorias para disipar la ignorancia, pasar un buen rato y enterarse de chismes.

Para leer esas notas, vuestras mercedes deben hacer un elegante cliqueo aquí.

Que sean vuestras mercedes muy felices.


Pantxo de Vizcaya, el Orejón




















































Algunas notas sobre godos y visigodos

Visigodos y Romanos

La muerte del emperador Teodosio (395) fue un acontecimiento fatal para el decadente Imperio y la señal de guerra para los visigodos. Alarico, el rey visigodo, sentía una desmedida admiración personal por Teodosio y al morir éste consideró que no tenía ningún sentido continuar con la alianza que unía a los visigodos con el poder de Roma. Alarico se negó a reconocer al sucesor de Teodosio e invadió Italia, tomando Roma en 410.

A la muerte de Alarico fue elegido rey de los visigodos Ataúlfo, quien, buscando hacer la paz con el pueblo romano, salió de Italia y ocupó, como aliado del Emperador, la parte sureste de la Galia y la provincia Tarraconense en la Península.

Tres períodos importantes
414-476: Sujeción a Roma. Eurico (466-484), gran legislador, guerrero y político, fundador de la grandeza del reino visigodo en la Península. A él se debe una de las primeras y la más importante codificación de leyes visigodas, que ya incluye algunas del Derecho romano y del eclesiástico.

476-589: Hegemonia visigoda. La política de los reyes visigodos estuvo encauzada, sobre todo, a estabilizar el dominio de su pueblo sobre la Península. No buscaban una asimilación con la población hispanorromana ni sentían identificación alguna con los intereses de los peninsulares. Se trataba de una sociedad con una estructuración doble de sus miembros: visigodos e hispanorromanos, regidos por sistemas jurídicos distintos en los que sólo los primeros gozaban de los derechos políticos de gobierno. Seniores: altos funcionarios civilies y eclesiásticos que formaban la nobleza visigoda que gozaban de una situación privilegiada representando los intereses de la población peninsular. Senatores: nobles y altos eclesiásticos hispanorromanos que gozaban también de una situación privilegiada representando los intereses de la población peninsular.

589-711: Asimilación de visigodos e hispanorromanos con predominio del cristianismo romano

El arrianismo
El arrianismo fue una poderosa secta fundada por Arrio en el siglo IV, de gran difusión primero en Oriente y luego en el Occidente, y que prolongó su existencia en los pueblos bárbaros hasta todo el siglo VI. No fue una herejía pagana, sino un movimiento de racionalista introducido en torno a un punto fundamental del dogma cristiano. Es indudable que si hubiera aparecido en tiempos posteriores de la historia del cristianismo, habría originado un cisma definitivo. El punto esencial del arrianismo es la negación de la divinidad en Cristo, como consecuencia de la negación de su filiación divina. Cristo es, para los arrianos, un ser humano y nada más que un ser humano.

San Juan, San Mateo, San Pablo y los primeros Padres habían creído en Cristo a un Dios, a un Hijo verdadero de Dios. Pero ya desde los primeros siglos surgieron muchas herejías que cuestionaban, de un modo u otro, la divinidad de Jesús. Los gnósticos tenían al Hijo como un Dios inferior o segundo y como criatura; los docetas habían negado su humanidad; los ebionitas, su divinidad; y los sabelianos habían fundido en una sola las tres divinas personas.

En algunos de los primeros Padres de la Iglesia se hallan expresiones en que aparece poco clara la naturaleza divina de Cristo. Orígenes tuvo a Jesús como persona divina subsistente, pero, como Hijo, «subordinado» al Padre y como el primer nacido de creación. Dionisio de Alejandría (260) había dicho que el Hijo era obra o criatura de Dios. A pesar de esto, ninguno de estos Padres se apartaba de la tradición.

Otros Padres, como Atenágoras y Novaciano, afirmaban que la filiación de Jesús no había alcanzado la realización y la perfección hasta el acto de la producción por un acto creativo.

La discusión sobre la verdadera naturaleza de Cristo era muy viva y apasionada en los primeros siglos de la cristiandad. Con ella, se discutía también la naturaleza y el carácter de la Trinidad. Pero siempre hubo gran confusión, debido en gran medida a la poca precisión en los términos de la filosofía griega physis «naturaleza», ousia «escencia», ypostasis «substancia» y algún otro, términos que fueron redefinidos más tarde con el cultivo más desarrollado de la teología cristiana. Tal imprecisión era aprovechada a favor o en contra de las más diversas tesis teológicas. Eusebio de Cesárea, por ejemplo, substituyó «generado» a «creado». Los amigos de Arrio objetaron que no debían emplearse términos extraños a la Biblia. Por desgracia, la discusión se hacía en griego y en latín y la Biblia consultada estaba escrita en uno de esos idiomas: es decir, ella misma estaba escrita en "términos extraños". Lo que importaba saber era si el contenido del término era doctrina de la Escritura.

Esto es lo que demostró Atanasio, entre otros. Sólo 13 obispos dejaron de aceptar la palabra consubstancial. Osio presentó un escrito en que se fulminaba anatema contra las proposiciones de Arrio, en que se decía que hubo un tiempo en que el Hijo de Dios no era Hijo de Dios; que no era antes de ser engendrado; que era de otra persona y de otra substancia que las del Padre, y que era criatura sujeta a mudanza. Seis obispos dejaron de confesar tales puntos, y por fin, dos solos, a más de Arrio, cargaron con el anatema: Teonas y Segundo, que, con el heresiarca, fueron mandados por el emperador al destierro. Fue también desterrado Eusebio de Nicomedia, que no quiso firmar la condenación de Ario, y Teognis de Nicea, por haber dado uno y otro asilo a los sectarios y haber continuado siendo herejes. (Enciclopedia universal española, pp. 409-410).

La conversión de Recaredo (589)
El acto de fe cristiana de Recaredo dio un gran impulso al elemento hispanorromano, más numeroso y culto que el visigodo. Se optó por la unión de ambos pueblos en lugar de la dominación por la fuerza, y se aceptó que el pueblo hispanorromano, mayoritario, diera los rasgos predominantes de la nueva mezcla, aunque el estamento godo tuviera el poder político. La conversión de Recaredo inició la colaboración de la Iglesia en las tareas políticas de la nación, lo cual ha sido desde entonces una de las características históricas más notables del estado español.

Definiciones
REX GOTHORUM: Título dado al monarca que ejercía su poder sobre el pueblo más que sobre el territorio.

AULA REGIA: Nobles y obispos que formaban asambleas auxiliares al rey compuestos de visigodos. Éstos habían sido unas reuniones en las que los obispos católicos discutían problemas concernientes a la doctrina cristiana y leyes morales aplicables tan sólo a los católicos. Más tarde, con la conversión de Recaredo, los Concilios llegaron a tomar un carácter semejante a asambleas del reino. Eran convocados por el rey y tomaban parte en ellos, además de los obispos, un número de nobles, elegidos unos por el rey o otros por el Concilio mismo. La autoridad de los Concilios en materias religiosas se mantuvo, pero su importancia en la vida nacional aumentó notablemente al atribuírsele jurisdicción sobre los asuntos legales y políticos del reino.

Personajes religiosos visigodos
San Isidoro, Obispo de Sevilla (570-636): gran educador y escritor . Entre sus obras, algunas históricas, Historia de los reyes godos, vándalos y suevos, o de educación religiosa, Sentencias, se destacan sus Etimologías, alarde extraordinario de erudición, que en forma enciclopédica define y analiza todo el saber antiguo. San Isidoro, sobre todo por sus Etimologías, ejerció durante siglos una gran influencia en la formación espiritual y cultural de los monasterios hispánicos y europeos.

San Ildefonso de Toledo (m. 667): Poeta y teólogo.

San Leandro (m. 600), Obispo de Sevilla: Hermano de San Isidro, educador de monjes.

San Braulio (m. 656): consejero de abades y reyes.

San Eugenio (m. 657): teólogo, poeta y músico.

San Julián (m. 690): historiador.

San Valerio (m. 695): místico visionario y fundador de monasterios, autor de una notable autobiografía.

Los reinos cristianos
Tras la victoria de los invasores en la batalla del Guadelete (711), restos de aquellas tropas y otros nobles fugitivos buscaron refugio en los montes Cantábricos y Pirineos, donde formaron unos núcleos de resistencia contra el invasor. Aunque esta resistencia no parecía haber respondido en un principio a un plan organizado de defensa, al asociarse los fugitivos visigodos con los habitantes de las montañas, comenzaron a formarse unos grupos de carácter permanente que muy pronto se organizaron como nuevas sociedades políticas.

Núcleo occidental o cántabro-asturiano (la región de Galicia y Cantabria). Es aquí en Covadonga donde, según la leyenda, Pelayo hizo frente a los invasores (718). Ese acontecimiento ha llegado a simbolizar el comienzo de la Reconquista.

Asturias, León y Castilla

Núcleo pirenaico central (NAVARRA y ARAGÓN)

Núcleo pirenaico oriental (CATALUÑA y LA ZONA LEVANTINA)