La violencia en Colombia (III)


En esta tercera parte he intentado mostrar de un modo muy somero los principales acontecimientos que han enmarcado la violencia colombiana desde el asesinato de Jorge Eliécer Gaitán (abril de 1948) hasta los inicios del Frente Nacional (1957).



La Gran Violencia

Fotografía tomada en una vereda de
Boyacá en 1946. Los asesinatos
individuales ya habían comenzado a
disminuir y comenzaba el período de
las matanzas colectivas.
Hacia 1945 comenzó a perfilarse la estrategia guerrera de la reacción conservadora. Al amparo de la doctrina Truman, que preconizaba el enfrentamiento inevitable con la Unión Soviética al finalizar la Segunda Guerra Mundial, comenzó a aplicarse un plan de violencia "de baja intensidad" en los campos y pueblos. Se trataba de impedir el triunfo electoral de Jorge Eliécer Gaitán, desmovilizar a las masas campesinas, anular la capacidad de resistencia del pueblo y recuperar el control de la tierra para el gran latifundio. En 1946 comenzaron a operar las partidas de "Chulavitas" (llamadas así por el nombre de la vereda campesina donde se organizaron primero) encargadas de quitarle la cédula de identidad a cada campesino liberal, por la razón o la fuerza. Como la cédula era un documento indispensable para votar, se trataba de impedir la votación del campesinado gaitanista. Pero en realidad la estrategia era más profunda: se trataba de iniciar la violencia generalizada "por abajo", por el campesinado pobre, de manera que cuando llegara a los "notables" fuera ya demasiado tarde para responder. Después de todo, en Colombia siempre se ha estado hostigando a los campesinos sin que a los notables de los pueblos y ciudades les importe mucho.

Esta estrategia fue tan eficaz, que todavía hoy muchos historiadores sostienen que la Gran Violencia comenzó en 1948, con el asesinato de Gaitán. Pero cuando Jorge Eliécer Gaitán fue asesinado, el 9 de abril de 1948, ya la violencia había cobrado miles de víctimas en los departamentos de Boyacá, Santander, Cundinamarca, Huila, Tolima y Valle del Cauca, y comenzaba a dejar su huella sangrienta las regiones cafeteras.

Jorge Eliécer Gaitán


Nueve de abril de 1948, 14:00. Un equipo
de médicos intentó salvar la vida de Gaitán,
pero todo fue inútil. Mientras la muchedumbre
descuartizaba al asesino, Luis Roa Sierra,
en la calle, Gaitán moría en la Clínica Central.
El asesinato del líder popular produjo una violenta insurrección en la capital (el "Bogotazo") en momentos en que se celebraba la Conferencia Panamericana. En muchas ciudades y pueblos del país se formaron juntas revolucionarias y hubo momentos en que se creyó que el gobierno iba a caer. Los Estados Unidos debieron enviar tropas desde Panamá para afianzar al régimen. Pero el gaitanismo no había creado estructuras políticas sólidas, capaces de enfrentarse a la inmensa tarea de la toma del poder. Y así como las fuerzas del gobierno no podían restablecer el orden en todos los rincones del país, tampoco las fuerzas populares podían imponer el suyo ni crear nuevos mecanismos democráticos para el manejo de los territorios bajo su control.

Bien pronto se diluyó el ímpetu revolucionario de las masas y el país quedó a merced de la violencia generalizada, sin dirección central y sin estrategia, de dos pueblos enfrentados por el odio: el pueblo liberal y el pueblo conservador.
Porque la violencia fue popular. Participaron en ella hombres, ancianos, mujeres y niños. La lucha fue muy desigual e irregular, porque al lado de las masacres de población civil cometidas por población civil, hubo masacres cometidas por militares disciplinados, por bandas paramilitares conservadoras y por guerrillas liberales.

Bogotá en ruinas, después del 9 de abril.
La Catedral, al fondo, y la histórica Casa del Florero,
en la esquina, lograron salvarse de las llamas.


Las masacres de niños se repetían
día a día. Había que exterminar al
"enemigo" en la cuna.
En ese período trágico de nuestra historia (1946-54), los colombianos cometimos todas las atrocidades que nos habían enseñado los caudillos oligárquicos del siglo pasado: mutilaciones, decapitaciones masivas, descuartizamientos, en fin, todo lo que el lector pueda imaginar y mucho más que no puede imaginar. El país se agotó en rituales de sadismo y horror.

Pero esto también fue el punto de partida de una nueva forma de violencia. Ya en 1946 un dirigente campesino comunista había comenzado a organizar grupos de autodefensa armada para proteger a la población civil de su región de los horrores que se venían cometiendo en el país. Este dirigente abandonó su nombre y adoptó el nombre de un campesino que había sido brutalmente asesinado por las bandas conservadoras. Desde entonces se ha llamado "Manuel Marulanda Vélez". Sus enemigos le llaman "Tirofijo". Hace más de cincuenta años está dirigiendo la lucha armada de su organización, que hoy se llama "Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia" (FARC).

Manuel Marulanda Vélez, "Tirofijo"
fundador de las FARC.
Fotografía tomada en 1964.

Lo han dado por muerto centenares de veces. Su organización es considerada "terrorista" por algunos países y gobiernos, temida y a veces odiada por quienes no comparten sus ideas y sus métodos. Pero es un hecho que él y sus combatientes mostraron, en medio del horror del genocidio organizado por los partidos tradicionales, una posibilidad de lucha armada en defensa del pueblo trabajador.


Los guerrilleros liberales Guadalupe Salcedo
(primer plano) y Dumar Aljure (con sombrero)
En los Llanos Orientales. Foto tomada
en 1954, durante las negociaciones de paz.
(Foto de Carlos Caicedo).
También en el interior de la guerrilla liberal comenzaron a soplar vientos populares. Como ya he indicado, en los Llanos Orientales se organizó una república independiente defendida por las tropas irregulares de Guadalupe Salcedo, el más grande de los jefes guerrilleros del partido liberal, tanto por sus geniales condiciones de combatiente y estratega como por sus condiciones de líder político. La figura de Salcedo evoca la de Emiliano Zapata en México, aunque la distancia en el tiempo sea tan larga.
Muy pronto comenzaron a surgir otros jefes que escapaban a las directivas de la oligarquía liberal y comenzaban a hacer la guerra en el interés del pueblo.

Eliseo Fajardo, Dumar Aljure y muchos otros comenzaron a darle otra fisonomía a la violencia colombiana. Por primera vez en nuestra historia la violencia parecía tener algún sentido que no fuera el odio y la venganza. Por primera vez en nuestra historia se estaban creando bases de poder popular.

Fue entonces cuando se unieron los grandes oligarcas liberales y conservadores y decretaron que la violencia era "mala". Fue entonces cuando llamaron a las puertas de los cuarteles y le pidieron al comandante en jefe del ejército, general Gustavo Rojas Pinilla, que diera un golpe de estado ("Golpe de Opinión" le llamaron ellos). Y a pesar de que Rojas Pinilla no quería y vacilaba, porque en Colombia las oligarquías no han dado casi nunca permiso para estas cosas, lo obligaron a deponer al presidente y a asumir el mando con un plan de "reconciliación" y Pacificación Nacional: "La Patria por Encima de los Partidos".

Los expresidentes Alfonso López
Pumarejo (liberal) y Mariano Ospina Pérez
(conservador), festejan al presidente de facto,
general Rojas Pinilla.

Y así fue cómo nos decretaron la paz.


Paz y reconciliación

Guerrilleros de los llanos, en formación, cuando entregaron sus armas (1955). Fotografías como ésta se usaron después para cazar y exterminar a los ex combatientes.

El presidente de facto, general Rojas Pinilla, implementó la paz. Los guerrilleros liberales y conservadores que entregaron las armas fueron asesinados cuando no aceptaron trabajar para la policía o las fuerzas de seguridad. Otros, que quisieron mantenerse inactivos pero vigilantes en sus cuarteles, fueron sorprendidos durante el sueño y ametrallados por el ejército. Las fuerzas campesinas de autodefensa organizadas por Marulanda se mantuvieron alertas, sin acogerse al plan de paz, y esto les salvó la vida a ellos y a muchos campesinos. Este dato debe tenerse en cuenta hoy, cuando el gobierno invita a esos guerrilleros veteranos a firmar la paz.


"Sangre Negra" (izquierda)
y "Tarzán" (derecha), dos de
los más feroces bandoleros
del fin de la violencia.
Muchos otros guerrilleros liberales y conservadores se volvieron bandoleros. Como ha ocurrido siempre en todos los períodos de paz, después de las guerras civiles, asistimos entonces a la descomposición de la violencia política, a la bandolerización de los hombres en armas. Esta es otra de las constantes de la historia colombiana. La figura del bandolero está siempre presente en los períodos de "paz", que no son, en Colombia, sino períodos de preparación de la guerra siguiente. Las jefaturas políticas dejan a los desmovilizados, después de cada guerra, a su propio arbitrio. Individuos del pueblo que son empujados a la guerra por los intereses oligárquicos, y que luego quedan abandonados a su suerte una vez terminada la contienda, sufren el desarraigo y la incapacidad de reintegrarse a la vida civil. Después de las guerras se libran las postguerras: los ajustes de cuentas, los robos, el saqueo, el despojo de propiedades y de tierras, etc. Quienes no pueden reintegrarse a la vida civil se dedican al bandolerismo y constituyen las tropas de reserva para la próxima guerra.

La violencia se encendió otra vez, con ferocidad inaudita, pero oficialmente reinaba la paz. Los bandoleros adoptaron nombres de miedo (Capitán Veneno, Chispas, El Tigre, Sangre Negra, Desquite, Alma Negra, Zarpazo, Capitán Venganza) y sembraron el terror por todas las comarcas del país. Uno a otro fueron cayendo, en cacerías que costaban la vida a civiles de toda condición y edad.

"Desquite" (izquierda)
y "Chispas" (derecha).
Sus cuadrillas
sembraron el terror
en los territorios
del Tolima y
el viejo Caldas,
entre 1956 y 1963.

Una de esas cacerías ha quedado en la memoria de los colombianos como prueba patente de la eficacia del ejército nacional. El legendario guerrillero Efraín González, conservador, se mantuvo fuera de la ley durante años y fueron necesarios más de mil soldados para cazarlo en el centro de Bogotá, en una persecución que duró varias horas.

En los alrededores de la Plaza de los Mártires, la artillería
se preparó para la batalla final contra Efraín González.

Se destruyeron edificios y se utilizó artillería para eliminar a un bandido fugitivo armado con una pistola. Después de la batalla de Boyacá, que selló la independencia del país en 1819, no se había visto tanto heroísmo.

Entretanto, en las esferas de la "alta política", el presidente de facto había comenzado a creer que podía decidir sin consultar con sus amos, los jefes de la oligarquía liberal-conservadora. Bastó un paro nacional de diez horas, ordenado desde los medios de comunicación de los partidos tradicionales, para echarlo en 1957. Cuando, trece años más tarde, ganó las elecciones por mayoría indiscutible, hubo un apagón de dos horas en todo el país, se perdieron los votos y cuando volvió la electricidad había ganado el otro candidato. Colombia es el único país del planeta donde más de cien centrales eléctricas independientes entre sí sufren un apagón simultáneo en el momento en que un candidato de la oposición está ganando la elección. Hubo pueblos de cinco mil habitantes donde el candidato liberal-conservador obtuvo ocho mil votos. Colombia es el único país del planeta donde votan los muertos, los perros, los gatos y los que no han nacido todavía.

(Continúa en el próximo número).

Carlos Vidales
Estocolmo, 1997.